
La semana pasada, nos adentrábamos en la catequesis en la primera parte de este tiempo litúrgico de CUARESMA, tiempo de AYUNO, LIMOSNA y ORACIÓN. Hablábamos de ese camino que hemos de recorrer todos aquellos que queremos vivir la Pascua. Para poder recorrer ese camino, que iniciábamos adentrándonos en nuestro interior a través de la actividad de la margarita (cómo soy, cómo actúo con los demás, cómo me comporto), es importante que empecemos haciendo silencio a través de la oración. Recordemos que Jesús, gracias a la oración que le daba fuerza y confianza en el Padre, pudo huir de las tentaciones a las que tuvo que enfrentarse en el desierto durante los cuarenta días que allí pasó.
Ahora os propongo que penséis en cómo es un camino. Sí, los hay de muchos tipos, pero pensad en un camino sin asfaltar, con piedras. No por ello vamos a dejar de andar por ahí, ¿no? ¿Qué haremos para andar por él? Iremos con cuidado, sabiendo que a lo largo del camino nos vamos a encontrar piedras, que quizás tropecemos, pero que deberemos pasar por ellas para seguir caminando, y que quizás nos encontremos a alguien por el camino que necesite de nuestra ayuda o de quien necesitemos su ayuda. Si de algo estamos teniendo experiencia últimamente es de “caminar por las piedras” debido a la pandemia. En medio de esta situación y de tantas cruces y tinieblas que pueden paralizarnos, Jesús viene a rescatarnos, a salvarnos, y nos trae su luz, sí, esa LUZ que nos va a ayudar a encontrar el camino cuando estemos perdidos o desorientados. De la misma manera que Jesús nos trae su luz, Él quiere que nosotros también seamos luz para el mundo, para los que tenemos al lado (en nuestra familia, en el cole, en la parroquia). Para ser luz, hemos de volver a contemplar nuestra margarita para ver dónde estoy en estos momentos y a partir de ahí ver cómo me dejo tocar por Jesús, que es la LUZ, y que me quiere moldear para ser como Él. La Cuaresma es CONVERSIÓN. Este camino de Cuaresma tendrá sentido si hacemos por cambiar aquello que no nos deja ser felices.
Os proponemos que reviséis ahora lo que tenéis escrito en la margarita y que os detengáis en aquellas cosas que habéis puesto que queréis mejorar. Respondemos a las siguientes preguntas desde nuestro interior: ¿Estoy dispuesto a dejarme moldear por Jesús en alguna de las cosas a mejorar que escribí en el dibujo? ¿En cuál o cuáles? ¿Qué voy a hacer para cambiar, mejorar?
Finalizamos la catequesis dando gracias a Dios por quedarse siempre a nuestro lado y le pedimos que nos ayude a estar atentos a las necesidades de quienes tengo cerca. Leemos las dos frases siguientes a modo de oración:
Transforma mi vida, Señor, con tu Amor.
Transforma mi corazón con tu Luz.
